Se desataron todos los infiernos book pdf by Max Hastings
«Este es sobre todo un libro de experiencias humanas», nos dice sir Max Hastings, autor de libros tan valiosos como Armagedon, Némesis y La guerra de Churchill, que ha querido culminar su carrera como investigador de la historia dela Segunda guerra mundial con una ambiciosa visión global, que se aparta de las que se han publicado hasta ahora por el peso que da a las experiencias vividas.«Hombres y mujeres de un buen número de naciones–nos dice- se han afanado por buscar palabras con las que describir lo que vivieron». Valiéndose de estos testimonios de quienes participaron en la guerra en los más diversos escenarios del planeta, Hastings enriquece el relato de bombardeos, batallas y crímenes de guerra con una dimensión humana que los transforma. Esta no es la visión histórica tradicional, elaborada a partir de los que han dicho y escrito políticos y generales, sino un relato coral, construido con las voces de los de abajo, víctimas y verdugos, que nos ofrecen una imagen nueva y distinta de la guerra.
"Éste es, sobre todo, un libro de experiencias humanas. Hombres y mujeres de un buen número de naciones se han afanado por buscar palabras con las que describir lo que les ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial, experiencias que iban muchísimo más allá de cuantas hubiesen podido vivir hasta entonces. Muchos recurrieron al tópico de compararlo con un infierno, y dado que este lugar común es frecuente al hablar de batallas, incursiones aéreas, matanzas y hundimientos, existe el riesgo de que las generaciones posteriores se sientan tentadas a encogerse de hombros por considerarlo un símil trivial. Sin embargo, en un sentido nada desdeñable, al entender de quien esto escribe, la expresión resume la esencia de lo que significó aquel conflicto para cientos de millones de personas a las que arrancaron de sus existencias pacíficas y ordenadas para ser expuestas a un verdadero tormento que, en no pocos casos, duró varios años y que para sesenta millones de ellas no acabó sino con la muerte. Entre septiembre de 1939 y agosto de 1945 murió una media de 27 000 seres humanos al día como consecuencia de aquella guerra en la que participó todo el planeta. Para algunos de los supervivientes, el modo como se condujeron durante el conflicto determinó, para bien o para mal, el lugar que ocuparían en la sociedad el resto de su vida. Quienes habían destacado en el combate adquirieron un lustre que ayudó a muchos de ellos a prosperar en el mundo de la política o el financiero; treinta años después de que se firmase la paz, un veterano de la división de guardias aseveraba en un club londinense al hablar de cierto hombre de estado, conservador, de renombre: «No es mal tipo ese Smith... ¡Lástima que escurriese el bulto en la guerra!». Del mismo modo, una niña neerlandesa que creció en la década de 1950 estaba acostumbrada a que sus padres clasificaran a sus vecinos conforme a la actitud que habían adoptado respecto de la ocupación alemana de los Países Bajos."