En casa pdf por Bill Bryson
Poco después de que nos trasladáramos a vivir a una antigua rectoría anglicana situada en un pueblecito de tranquilo anonimato en Norfolk, encontré motivos suficientes para subir al desván a investigar el origen de un lento pero misterioso goteo. Como en nuestra casa no había escalera que
subiese al desván, para acceder a él no quedó otro remedio que recurrir a una alta escalera de mano y contornearme de forma indecorosa a través de una portilla que se abría en el techo, razón por la cual todavía no había subido allí (ni he vuelto a hacerlo con mucho entusiasmo desde entonces).
Cuando por fin me adentré en la polvorienta penumbra y me levanté tambaleándome, descubrí con sorpresa, en una pared exterior, una puerta secreta que no se veía desde fuera de la casa. La puerta cedió con facilidad, dando paso a un minúsculo espacio en el tejado, poco mayor que la
superficie de una mesa, entre los aleros delantero y trasero de la casa. Las casas victorianas son a menudo un conjunto de intrigas arquitectónicas, pero aquélla resultaba rotundamente inescrutable: no había explicación a por qué el arquitecto se tomó la molestia de abrir una puerta hacia un espacio tan evidentemente desprovisto de necesidad o función, por mucho que tuviera el mágico e inesperado efecto de proporcionar una vista maravillosa.